Por: Xavier Andocilla R.
Hoy me doy cuenta
que fuimos tan parecidos y diferentes,
éramos cortados por la misma tijera
y ahogados por el mismo sistema,
pero nunca utilizamos los mismos lentes
y jamás vimos las mismas cosas.
Tu caminabas por la burda legalidad,
mientras yo trataba de esconderme
y hablarte con los labios zurdos.
Bailabas con el pasado
con los conservadores movimientos
de la inmunda sociedad.
Mientras yo danzaba la música parricida,
entonaba el compás subversivo
y componía las insolentes coplas.
Tu pensabas en la inmortalidad del cangrejo,
buscabas escaparte de la realidad
y sumergirte en tu agobiante mentira,
querías convertirte en la barbi de las noches prohibidas,
en la dinamitera de los corazones
y los sentimientos admitidos.
Eras el galán de pasarela
que viajabas humillando
y utilizando a las personas.
Transitabas con el mejor postor,
con quien te ofrezca una buena biela
o que te invite alucinar tu mente.
Yo trataba destruir la noche,
destrozar los castillos de la seducción,
mis palabras eran versos de coraje
letras incomprendidas por tu oído,
nunca rimas románticas
sino oraciones demoledoras del mundo.
Composiciones a las que nunca quisiste comprender,
o mejor dicho jamás podrás comprender
que mis canciones son del pueblo,
surgieron de la lagrima explotada,
de la sonrisa sin dientes,
de los besos clandestinos.
Siempre fueron raras mis palabras,
aprendidas en los surcos anónimos,
nunca alcanzaste
los sonidos de invierno
aquellos que retumban
las cárceles del olvidado.
Mientras empuñaba la rebeldía,
tu manipulabas la mentira,
te manejabas en la incontinencia
del pensamiento despedido.
Hoy no trato de comprenderte
por que jamás caminaremos juntos,
tu te fuiste con tus pasos abstractos,
con tus melancolías
y llantos.
Yo abrace la letra proscrita,
la alegría de los senderos condenados,
la cólera campesina
y la ira obrera.
Ayer en el invierno te conocí
y hoy en el verano te destruí,
fuiste muerte y vida,
melancolía y felicidad,
pero sobre todo
me ensañaste a odiar,
a repudiar tu mundo
y asesinar tus ideas.
También me enseñaste
a reconocer lo que soy,
a recuperar mi pensamiento
y mi ideal,
tus prácticas
me dieron fuerza y energía
para levantarme
contra tu oración decadente
y saborear la dulzura
de las partituras utópicas.
Fui parido por tus sueños
y hoy construyo mis ilusiones,
nací de tus brazos
y con mi alegría niego tu tristeza.
Quito,
Agosto 2010