miércoles, 7 de abril de 2010

JUDAS


Por JUAN MONTALVO

Decirle a un pobre "vuelve", es ya falta de caridad. No digas al pobre vuelve mañana te daré, cuando puedes dar ahora mismo, dice el Señor. Qué he de dar yo ahora ni mañana si las arpías me infestaron el pan? Llegó el tan reclamado cuadernito de Bogotá, llego como de muestra, con la grata notificación de que no podrá remitirse sino cuatro ejemplares por semana, a lo sumo. Para cuatrocientos cincuenta que yo había pedido, díganme los buenos aritméticos cuántas semanas necesito, y el mejor de ellos redúzcamelas a años, que mis matemáticas no son para tanto, ahí tienen ustedes, cautivos del Ecuador, que de una ciudad a otra de la misma República, la más libre y liberal de cuantas son repúblicas, no puede remitirse a una persona más de dos ejemplares de un opusculito no mayor ni de más peso que una hijuela de cáliz; pues teniendo en cuenta la generosidad de los reglamentos, el editor lo hizo tan pequeñito y liviano de cuerpo, como el autor lo había hecho humilde de espíritu. Si quiero que vengan en ocho o diez resmas los susodichos cuatrocientos, he de consignar en la administración de correos cien duros de porte, de esos que nuestros abuelos decían patacones, cuando privaban la chamberga colorada y la peluca. Con cien duros hago, aquí otra edición en menos tiempo, quedando a mi favor el engordarla día por día con mis ojos. Y no lo digo claro por no refranear en simple advertencia. No me pesa el que no puede venir el opusculillo; que lo hubiese leído algún literato de Bogotá me pesaría. Dios poderoso! Que será de mi, si he caído en esas tijeras de oro? Ya me hizo con ellas un amargo formidable, ya que yo hubiera dicho en alguna parte "de deveras": cuando me oiga decir por boca ajena "una carta que vosotros han leído a pesar mío, murió (Silvio Pellico) como mueren los ángeles, si murieran"; "Sin providencia no hubiera asesor ni cualidades", "el abad de lo que canta gasta". Desnaturalizando así hasta los refranes, que son dignos de la lengua; cuando me oiga, repito, estas y otras maravillas, anathema! Exclamará. Ese cuellisado de deveras no campea sino en Colombia, tierra de Libertad y pensamiento, de palabra y otras cosas: aquí he venido a ver su infame cara pizmienta; decirlo, nunca lo dije, para mi santiguada. En el país del Chimborazo y el Pichincha el vulgo suele regalarse con sainetes como estos, "de adrede", "derrada", "oigalén", "traigalén", "rosquituerto" y otros buenos boquiblios y maneras de la lengua castellana; pero ni el más impío ha comulgado jamás con este cerdoso "de deveras", que no empieza a infestar la tierra sino del Carchi para el norte.

El cajista es un avechucho tan perjudicial como socorrido: si el error fue suyo, el cajista; si fue del autor, el cajista ce pelé ce galeux. Este debe tenerlas duras, porque no hay quien no le sche mano a las barbas. Sombras de Franklin, Diderot, Beranger, impresos ilustres, cajistas sabios, perdonad este deshago involuntario....

Crítico tan generoso como ese benemérito colombiano, por fuerza había de ser comedido: él en persona se fue al Ecuador por las barbas del cajista: a los de Bogotá los tiene a la mano; menudito con ellos; y tanto mas riguroso, cuando que en vez de cruzar el país me hicieron cruzar el polo, como si yo hubiera sido más feliz que el almirante Lapeyrouse.

No he dicho "de deveras" ni en tiempos de mi mayor ignorancia, no he sentado el principio de que los ángeles están sujetos a la muerte; a mis ojos, nadie tiene mayor asesor, notario, tinterillo, tagarrote ni más chusmas del oficio con la providencia; mas declaro con la mano puesta sobre la "Filosofía de la elocuencia" de Capmany; los "Comentarios al Quijote" de Clemencin; el "Diccionario de galicismos" de Baralt; las gramáticas de Bello y Salvá, que las "apuntaciones críticas" de Don Rufino Cuervo son un venero de metal finísimo, y que él dio con la veta en las antiguas minas de Castilla. Este escritor lleva camino de parecerse al gran Don Andrés en lo de ser útil a los americanos; y cuando pensó que apuntaba solamente las imperfecciones del habla bogotana, compuso un precioso libro de importancia general; pues los defectos que corrige con tan desempadada pluma, son comunes a todas las repúblicas hispano-americanas, salvo ciertas bastardías de lenguaje que parecen tópicos de Funza, como el nefando ereis, embes de sois que usan tan poéticamente sus poetas.

II.- Volviendo a mi cuadernito, que por más señas se titula "El Antropofago" a la hora de hoy está quemado en Bogotá, ni merecía otra cosa ese templario. Renacerá de sus cenizas, con menos plumas de cuervo y algunas más de pavo real. Nada puede contra la ley de postas mi comisionado en bogotá a pesar de su benevolencia: pues si han esperado seis meses mis compatriotas, esperan otros tantos, que para con la eternidad son nada; y entreténganse por ahora con esta bagatela que les envío a modo de precursora Hela escrito, no tanto porque mis amigos lo creían necesario en vista del segundo pasquín de mis malhechores (cosas semejantes no requieren contestación), cuanto por vía de pasatiempo en esta Tebaida, donde solo por falta de barba espesa y luenga no soy ermitaño profeso.

Y aquí viene el acogerme a la tolerancia de los benignos contra el humor acedo de los que no pueden sufrir cosa que huela a vanistorio, cuando unos y otros den con una o dos acotaciones de algunos de los periódicos que en esta ocasión me han favorecido. Si mis enemigos lo echan todo a doce preciso es, no justo solamente, darles en el alma con pruebas de su sandez que les abrumen. De unas cosas no se sino el principio; otras apenas las entiendo ignoro las mayores, y siento que no adelanto nada en los conocimientos que forman la humana sabiduría. Más he echado de ver en mí después de muchas vanidades y soberbias, testimonios de la pequeñez del alma una rara y feliz inclinación a la modestia; si por la vía del estudio y la experiencia llego al fin a ser humilde, deberé a la desgracia lo que filósofos y santos no consiguen sino después de largas meditaciones y martirios. El efecto que en mi ánimo producen la petulancia y la ventolera de los otros, me pone de manifiesto que yo debo ser a los ojos de los cuerdos, lo mismo que a los míos son los necios, cuando me dejo decir aquellas ridículas necedades con las cuales grangeamos el calificativo de vanidosos. Si los varones perilustres, esos que se hallan en pleno goce de la admiración universal, desmerecen tanto con la soberbia bien o mal expresada, ¿qué será con unos medios cucharas como nosotros, qué no somos gentes sino a falta de hombre? Cuando yo vea en mi conciencia que ejercitó la modestia me detendré por superior a todos mis compatriotas; mas en tanto que me infestan el pecho ciertos rezagos de orgullo infundado y ciego, soy inferior a muchos.

III.- Aun cuando todo hubiera corrido a medida de mi deseo en la impresión y la remisión del cuadernito, siempre se hubiera marchado por el camino de Juan Hass. El fuego todo lo purifica, y lo mejor es que todo lo destruye. En habiendo un fuego que purifique sin destruir, yo les quemaría a todos mis compatriotas, principiando por mis más íntimos amigos. Pero no se trata de esto, sino de confesar humildemente un pecado, ni capital, sino de los de pacotilla, de esos que los cristianos, y sobre todo los católicos romanos, cometemos cada día para nuestra satisfacción: digo un acto de venganza, que en mi soberbia llamo castigo; por le cual no ha venido a ser injusta sino descubierta la inocencia del reo presunto. Y sabe él quien tiene la culpa? Sus amigos. Un falso amigo, un hombre aleve tiene derecho a exigir sinceridad, lealtad de parte de los suyos? No: el pérfido ande siempre con la barba sobre el hombro, por que así como él hace su mala guerra subterránea, así mismo le asestan a él los tiros a pecho retraído. Si llegué a persuadirme de la parte Espinoza en el pasquín, fue porque alguno de sus amigos se lo persuadió con unas gratuitas advertencias. Esto, sobre los motivos que yo tenía para juzgar mal de ese hombre, fue bastante para producir en mí el convencimiento a cuyo impulso le echó toda la ley. Pues han de saber ustedes que si no doy gracias a Dios de no ser santo, por lo menos es cierto que no lo soy del todo. El perdón a carga cerrada para los delincuentes me parece injusto y pernicioso. Tenemos en nuestra naturaleza una parte buena con la cual perdonamos y olvidamos, mas para qué es la mala sino para hacer sentir a nuestros enemigos que vivimos todavía? Dios sabe que yo no abuso de esta sombría facultad; pero sabe también que no siempre alzo del suelo la oreja del que me da la bofetada. La negación de Espinoza es por la imprenta nada hubiera podido en mi ánimo; otros y mejores datos le han arrancado de mis garras: y no me lo van a creer, yo bien quisiera aventarlo al cielo y dar con él en medio de los ángeles, si no fuera tan malo. El levantó la sangrienta bandera a la cual volarón a acogerse los malhechores, para esta conspiración que me ha de seguir hasta el sagrado reino del sepulcro. Más no fue de los de esta cuadrilla, y en mi olvido se salva. Si así como el papelito es una quisicosa fuera una obra maestra, todavía lo hubiera yo destruido; ni se dirá jamás que acuso sin fundamento, embisto sin provocación ni castigo sin justicia.

IV .- Si es verdad que Pancho Gómez ha ofrecido pasar el Carchi, le ruego no deje podrir tan saludable determinación. Venga como hombre de honor, esto es sólo, y me pondré a sus órdenes tan pronto como llegue. Si viene al frente de la consabida falange de mayordomos y cachicanes, el pueblo dará buena cuenta de los malhechores, tanto por mantener sus naturales fueros cuanto por acudir con la protección debida al huésped que no ha hecho sino granjear la estima de cuantos son sus miembros. No es lo mismo allanar la casa de un hombre desprevenido que no puede o no sabe defenderse que hacer el teatro de sus barraganías un pueblo de nación extraña, pueblo celoso de sus honras. Estas plantas, Pancho amigo, allá con los ejércitos del emperador Alifanfaron de Tropabama; que nos los hijos de la libertad tenemos el alma templada; y si no andamos en busca de peligro, pretendientes jactanciosos de las dificultades, llevamos siempre el rostro puesto a las indicaciones del honor. Sin el inconveniente que tú sabes, yo iría allá, por excusarte la molestia, si ya no me atuviera a la sonrisa antes que a una inmotivada exasperación. Hallado os le habéis el medroso, señores valientes; y el modo de pioneros en cobro "del rayo de mi palabra", según las de un diario del Perú, era ofrecer pasarme de parte a parte con esa lanvoacedes señores galanes, acabáis de perder al que queríades poner en salvo; pero a uno como yo las amenazas ni le acuitan ni le aíran; y el que obra con motivos que juzga buenos, en sus quicios se queda, sin variar las determinaciones de su ánimo. Con ese presupuesto, mantengo la moderación que había usado respecto a don Manuel, sin que las necias diligencias de los suyos sean bastantes para enconarme el pecho ni dar acedía a mis palabras. Yo se muy bien que nada han perdido esos señores con haber perdido mi amistad; pero han ganado algo en mostrárseme tan crueles por medio de la difamación? No era justo que por sostener la vanidad irritada del peor de ellos, los otros pregonasen falsedades que no me perjudican sino en la opinión artificial de los muy interesados en mi daño. La honra, la buena fama de los suyos defiendan los buenos aún a riesgo de la vida; la vanidad no merece sino despego: la indignidad, represión. El que habla mal ¿obrara bien? El que obra mal ¿hablara bien?

V.- El ilustrísimo y reverendísimo José Ignacio, arzobispo de Quito, espera sin duda que yo le defienda de la acusación más grave que puede hacerse a un sacerdote, del cargo más terrible que se ha hecho jamás a un prelado de su categoría.- la prevaricación. Como algo redundase contra mí de su temeridad no se recelaron sus detractores de dar a entender claramente que el arzobispo había revelado el secreto del tribunal de la penitencia, o poco menos; pues sólo a su murmuración criminal pudieran haber debido los impíos el conocimiento de esas desgracias mías que pregonaron por la imprenta. El señor Checa sabe sin duda que no se contestan pasquines, pero como eclesiástico instruido sabe también que Sixto V, uno de los pontífices más grandes, le hizo cortar las manos y la lengua al que le había difamado? Marcos Espinel que hizo escribir el pasquín, León Mera que lo escribió, Mariano Mestanza que lo mandó publicar, con manos y lengua se hallan todavía, y harto nos lo darán á conocer en adelante.

Yo quisiera saber qué hubiera hecho Bossuet, en el propio: una turba desaforada de bribones se levanta, pero bribones visibles algunos de ellos, que en tiempos calamitosos para el reino han sido pares de Francia, cancilleres y señores de muchas órdenes; y sin miramiento ninguno a su alta mitra, le imputan el haber descubierto los secretos de un penitente: se queda Bossuet callado y se contenta con llamar "perverso" sotto voce a sus detractores? Yo veo desplegar las alas el águila de Meaux y en vuelo sublime levantarse al firmamento. No contesta a los infames; pero de allí toma ocasión para asombrar al mundo con un pastoral que arde envuelta en el fuego sagrado. Y sino ¿dónde el púlpito, tribuna del sacerdote, tribunal del juez delegado de Dios? De allí, como del Gazirin, se llama a los escogidos; de allí, como del Heval, se maldice a los réprobos y se le ofrece de dar lecciones de moral al pueblo, debe ser para él un feliz acontecimiento. El señor Checa, arzobispo de Quito, otorgó con el silencio la horribles falsedades de sus enemigos y los míos? No sabe que quien calla otorga? Si todo lo mintieron, desde la confesión, no era razonable que él dejase prestada su cabeza para que en ella me inmolasen. ¿Prestar la cabeza un arzobispo para que en ella inmolen a un cristiano?

Yo sé que ese hombre es bueno: mansedumbre, timidez falta de fuego en el espíritu. Por dicha al cielo se sube también sin alas.

VI.- Después de impreso este cuaderno con sus notas me escriben de Quito que el memorable Mestanza "no ha pedido salvo conducto". Si el hecho de haberlo pedido era inexacto, sobre el doctor Alvarado: cuatro personas, a cual más verídica, me comunicaron la comisión que decía tener este señor, afirmando que se hallaba en sus manos la carta de dicho Mestanza a García Moreno, por medio de la cual lo solicitaba. Lo mas probable es que la solicitud no haya sido bien acogida, y se la quiera negar ahora. Traer a la memoria la suerte de Borja y de Maldonado, a pedir salvoconducto...! A don Gabriel con esas Balandronadas. La inusitada sumisión que gasta, por otra parte, el hablar de él, da harto a conocer que el traidor no ve otro porvenir que agachar la cerviz al yugo, pues no lo tiene consultado a sus amigos hace tiempo si viene o no? Consulten ustedes a Espinel en puntos de honor... Puede también ser que Don Vidal no haya presentado la carta, por demasiado enérgica.

Si algo tuviere que decir el doctor Alvarado, por la imprenta: nada sacamos de la murmuración entre bastidores: las cosas me gustan mas claras que la luz del mediodía. Esclarezcamos lo confuso con lo de la razón; no seamos animales inmundos y feroces al mismo tiempo, como el lobo de Chorillos.

Dispensen los lectores que esta ruin materia vaya en lugar sobresaliente, cuando apenas le correspondía la trascasa


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